Y hoy os dejo el primer capítulo de Crónicas de Sombras. Los condenados, en breve a la venta.
Espero que os guste.
1
Dos años después.
16 de febrero.
La nieve era bastante intensa a primera hora de la mañana en Crow´s Mouth; hacía días que un temporal había sacudido la ciudad, pero ahora por fin, el sol había vuelto a brillar, algo que Krista Lennox agradecía eternamente. En compañía de su mejor amiga, Dilan Dupree, caminaba por un curvado sendero que llegaba hasta la entrada del edificio de conferencias de la Universidad.
—¡No puedo creer que el temporal haya terminado! —exclamó Dilan—. Por un momento pensé que la conferencia sería cancelada.
—Eso hubiera sido una faena —respondió Krista ojeando un panfleto donde se explicaban todos los temas que trataría el profesor Darion Stahl—. Hace semanas que deseo tener la oportunidad de escuchar al profesor Stahl. No sólo nos hablará sobre literatura clásica y moderna sino que ha incluido en sus charlas un temario sobre literatura paranormal. —Al decir esto Krista no pudo evitar soltar una carcajada—. Sinceramente D, tengo curiosidad de si ese hombre tiene algún conocimiento real sobre lo paranormal o sólo es un tipejo que quiere sacar tajada de este tema.
—Bueno, si es así, ambas lo descubriremos. ¿Quién mejor que nosotras para saber si realmente conoce de lo que habla? Nada más ni menos que una cazadora de entes paranormales y una sombra.
—También espero no llevarme ninguna desilusión. He oído que el profesor es todo labia, sabe cómo ganarse la simpatía de todos y que no hay mujer que no suspire por él.
—Hm… —añadió Dilan pensativa—. Sabes que los bravucones me ponen nerviosa.
—¿En serio? —preguntó Krista divertida—. Creo recordar que Nick era bastante bravucón cuando lo conociste y ahora miraos, os comportáis como una parejita feliz que pronto se pedirá la mano, emigrará a su nidito de amor y tendrán muchos hijos cazadores y hechiceros.
—¡Vale ya! —añadió Dilan divertida—. Nick y yo no somos de ese tipo de pareja.
—Ya… envíame un e-mail con la fecha del gran enlace.
Krista sonrió a su amiga y no pronunciaron más palabras.
Ninguna de las dos eran comunes y corrientes. No nacieron normales y nunca lo serían. Dilan era una joven que llevaba una doble vida; por las noches hacía rondas en compañía de otros cazadores evitando que criaturas paranormales causasen algún daño. Era ágil, atlética y se mantenía en buena forma. Tenía el cabello castaño, liso y le caía hasta los hombros. Poseía ojos grises, idénticos a los de su hermano Jake, su mellizo, el cual se dio por desaparecido tiempo atrás. Sobre Krista…, su vida era mucho más compleja. Era una sombra, un ente capaz de utilizar la oscuridad a su antojo y viajar a una dimensión alterna donde el mal residía. Ambas chicas estaban destinadas a ser enemigas, pero con el tiempo habían limado sus asperezas y habían encontrado una razón en común para luchar.
Una vez en el interior del edificio, las chicas siguieron al gentío hasta la primera planta. La segunda puerta a la izquierda era el aula elegida para la conferencia, así que entraron allí. El lugar contaba con una gran escalera que descendía hasta el final de la sala; en un tarima elevada unos centímetros había un gran escritorio y tras éste una pantalla. Tanto a derecha como a izquierda de las escaleras había una decena de asientos que los asistentes fueron tomando.
Krista y Dilan se sentaron casi al final de la sala, desde donde sin duda verían mucho mejor la pantalla donde el profesor sería reflejado. Y tras unos minutos de espera, Darion Stahl hizo acto de presencia. Era un hombre joven, que probablemente rozase la treintena. Era muy alto y bastante delgado. Lucía una graciosa melena anaranjada llena de algunas hondas pero lo que más llamó la atención a Krista fueron sus ojos azules, tan cristalinos que parecían trasparentes. Inevitablemente, turbios recuerdo sacudieron a su mente.
—¿Estás bien? —inquirió Dilan al notar como las manos de su amiga se habían tensado—. No he notado nada raro…, no estarás pensando que quizás este tipo hablará de lo paranormal porque para él el tema no es tan desconocido como nosotras creeríamos.
—Tranquila, no es nada. Escuchemos lo que tiene que decir.
—Buenos días a todos —comenzó Darion—. Antes de nada, os quiero dar las gracias por asistir a la primera conferencia que imparto en vuestra Universidad. Espero que esta no sea mi última visita y vuestro decano me invite en otras ocasiones.
Risas acompañaron las palabras del hombre y algunos comentarios que a Krista y a Dilan les parecieron inapropiados. Es cierto que Darion era atractivo, pero estaba de más las frases con las que algunas mujeres le obsequiaron.
—Me alegra saber que soy bienvenido —expresó el profesor—. Durante las siguientes horas hablaremos y debatiremos sobre literatura. Analizaremos las estrofas de obras muy conocidas e incluso nos adentraremos en las mentes de sus autores.
»Gracias a las palabras podemos llegar a conocer a una persona e incluso descifrar los muchos ideales y pensamientos que los escritores plasmaron en la antigüedad. Pero los tiempos han cambiado y un género que me ha atraído especialmente es aquel que se le califica como “paranormal”. Es cierto que la censura ha desaparecido, pero incluso hoy en día a veces debemos seguir ocultando secretos y la mejor manera de liberarlos es a través de las letras. ¿Hay mensajes en muchas de las novelas que hoy devoramos como simple literatura de entretenimiento? ¿Creéis que como en la antigüedad, muchos querían hacer llegar a otros ciertos mensajes?
Inevitablemente las dos chicas se miraron. Ellas sabían a lo que se refería Darion, pues muchos de esos libros que él citaba escondían una gran verdad, como el secreto que ellas intentaban mantener oculto sobre su identidad.
—Pero profesor —le interrumpió un joven sentado a primera fila—. ¿Acaso está insinuando que criaturas como brujas o vampiros existen? Perdone mis palabras, pero eso me parece una gilipollez.
—Sabía que iríais a lo más básico. Puede que esas criaturas escondan algo más y en realidad hagan alusión a algo que sí existe en nuestro mundo como organizaciones secretas, por ejemplo.
El murmullo de alumnos resonó en la sala, admitiendo que eso tenía más sentido.
—Mi función es haceros ver que tras mucha de la literatura que cae en nuestras manos, se esconden secretos que pueden permitirnos alcanzar una vida mejor o…, incluso hallar la muerte.
Un extraño cantar hizo que Krista desviara la mente de la entretenida conferencia y apartara la mirada a la derecha, hacia un ventanal. Los árboles se mostraban nevados y en las ramas de éstos vio un pájaro que le llamó la atención, pues en un principio pensó que era un cuervo, debido a su plumaje negro. Sin embargo, estaba equivocada. Era un fénix oscuro; un pájaro extinto hacía miles de años pero que algunos de sus enemigos habían aprendido a invocar.
Alterada volvió la vista al frente, pero todo su entorno había cambiado. La sala seguía igual pero la luz del día ya no se filtraba por las ventanas sino que había sido sustituida por una débil niebla. Los alumnos, Dilan y el profesor, todos, habían desaparecido.
De repente el fénix hizo trizas el cristal; cruzó la ventana y se lanzó contra Krista. El ataque pilló tan de improviso a la muchacha que no evitó los picotazos que el ave le causó en parte del brazo derecho.
Hastiada de dar manotazos sin lograr liberarse de su enemigo, Krista invocó su magia. Es cierto que era una sombra, que su poder era oscuro, pero lo que muy pocos sabían es que era la princesa de las sombras y su poder iba mucho más allá de la oscuridad.
Los dedos de su mano derecha comenzaron a brillar como si de pequeñas antorchas se tratasen para acabar en pequeñas llamas que volaron en dirección al fénix. El ave lanzó un lastimero gemido; Krista sabía que el fuego no le causaría ningún daño y era lo que pretendía, pues deseaba encontrar a la persona que había invocado tal ente. Liberada del pájaro, Krista se puso en pie y de repente sintió que el aire le faltaba, que caía por un gran agujero y que nada a su alrededor tenía sentido.
Tras rendirse a la terrible sensación, abrió los ojos. Volvía a estar de nuevo en clase y al parecer el profesor Darion llevaba tiempo hablando.
—Coincido contigo en que la literatura clásica no es de mis temas favoritos, la charla de hace unos minutos era mucho más interesante. Pero creo que hemos esperado mucho esta conferencia para que ahora te quedes dormida, ¿no crees? —ironizó Dilan.
—¿Me he quedado dormida? —tartamudeó la princesa, algo confusa. Juraría que había sido llevada al mundo de las sombras o eso le parecía. Las picaduras del ave habían sido muy reales—. Pero si he viajado…
Dilan miró a Krista confusa por sus palabras, observando cómo no dejaba de masajearse el brazo.
—Kris…, estás sangrando —susurró tomándola del brazo delicadamente y poniéndola en pie—. Tenemos que ir al baño…
Las chicas abandonaron la sala todo lo despacio que pudieron para no llamar la atención y una vez en el pasillo anduvieron apresuradamente hasta llegar al aseo de señoras.
Mientras Dilan se aseguraba de que nadie más ocupase el baño, Krista se quitó el jersey blanco que había elegido esa mañana quedándose únicamente en camisa de tirantes. Cuál fue su sorpresa al ver algunas marcas de picos, aunque más le horrorizó descubrir un pequeño humo dorado que surgía de las heridas y desaparecía al instante.
—Creo que debo llamar a Nick, esto no es normal. Él debe curarte las heridas. Yo…, nunca he visto nada de esto. Algo está saliendo de tu interior.
—Nick no podrá hacer nada —confirmó Krista con voz firme a la vez que su mano derecha volvía a brillar como si de fuego se tratase. Es más, los dedos de la princesa estaban tan rojos como las llamas del infierno—. Cuando él llegue puede que esté demasiado débil —Hizo una breve pausa—. D, otra sombra está absorbiendo mi poder y tengo que sellarlo antes de que sea demasiado tarde. Aunque te parezca raro lo que voy a hacer, no me detengas. Créeme, sé muy bien lo que hago y por favor, no te asustes, te necesito a mi lado.
Y antes de permitir a su amiga pronunciar palabra, posó sus llameantes dedos sobre las marcas. Éstos actuaron como si de pequeñas antorchas se tratase, logrando cerrar la herida. Las piernas comenzaron a temblarle ligeramente y hubiera caído al suelo si no hubiera sido por Dilan. La cazadora acompañó a su amiga hasta uno de los retretes donde tomó asiento mientras se recuperaba.
—Todo estaba demasiado tranquilo —dijo Dilan observando el brazo de su amiga—. Llevábamos meses sin que nada nos alterase y de repente hoy eres atacada por una sombra, tú, que en realidad eres una sombra. No lo entiendo, Kris, ¿por qué te atacaría otro de los tuyos? ¿Será porque los has traicionado y ahora luchas con nosotros?
—Es posible, D, aunque puede que eso no tenga nada que ver. En ocasiones las sombras nos atacamos mutuamente para absorber la magia del otro y seguir sobreviviendo. Es muy propio de aquellos que pasan más tiempo en este lado que en el mundo de las sombras.
—Que mezquindad —gruñó Dilan—. Espera aquí unos segundos, voy a por una botella de agua. Tienes aspecto de estar sedienta.
Krista aprovechó estar en soledad para tomar su teléfono móvil y llamar a Russel. Su amigo hacía tiempo que se había marchado en una misión de la que no le dijo nada, pero esperaba que, a pesar de seguir a las órdenes de su padre, aún tuviera tiempo para atenderla. Lo llamó, pero tal como esperaba le saltó el mensaje del contestador.
—Maldita sea Russel, si vuelvo a escuchar otra vez el estúpido mensaje que tienes grabado en tu contestador te juro que te corto la lengua —gritó, desahogándose de esa manera por lo sucedido. Ya más serena, prosiguió—. Escucha Rus, he vivido un acontecimiento un poco peculiar que me ha desconcertado…, he sido atacada por un fénix oscuro y sólo recuerdo a una persona capaz de invocarlo y la verdad es que llegué a pensar que él había muerto. Por favor, sé que tú lo sabes todo. Llámame y dime lo que sabes…
Entonces se interrumpió. El chirriar de un cristal le puso los pelos de punta, por lo que salió del pequeño cubículo y avanzó hasta el espejo que decoraba parte del baño. Allí se vio reflejada. No tenía buen aspecto; estaba más pálida de lo habitual, lo cual hacía sobresaltar sus ojos dorados y su cabello anaranjado, que le caía en suaves hondas hasta sus hombros. De repente vio su imagen partida. El vidrio había comenzado a fragmentarse, pero no de forma normal. Unas extrañas letras estaban apareciendo en él.
Sólo el resquebrajar de unos cristales logró que Nicholas sacara la cabeza del motor de su vehículo. El hechicero estaba en un taller mecánico, a las afueras de la ciudad, donde había llevado su clásico rojo para una pequeña revisión. Miró la luna de su coche; el sonido provenía de ahí, pero no vio nada.
—Tendré la pieza mañana a primera hora —dijo Rick, un hombre bonachón de más de cuarenta años que trabajaba en ese taller desde que era un adolescente—. Pero no te inquietes, puedes conducir sin que te suceda nada. Tranquilo, Nicholas, nada va a hacer que se vaya al garete.
—Gracias Rick, vendré mañana.
Nicholas bajó el capó, subió al vehículo y tras ponerse en marcha condujo dirección a la ciudad. En ese instante sonó el teléfono móvil. Era Dilan quien llamaba y tras accionar el manos libres, atendió su llamada.
—Dime preciosa, ¿qué tal la conferencia? ¿Te aburres y quieres que pasemos un rato divertido en tu habitación hasta que vuelva Krista?
—Oye Nick, ha pasado algo.
Sus palabras alertaron al hechicero y se puso más tenso cuando volvió a escuchar el sonido de un cristal haciéndose pedazos. En esta ocasión sí vio como la luna del vehículo era cruzada por una pequeña línea, como si algo la estuviera arañando.
—No sé qué ha sucedido, es difícil de explicar, pero algo ha atacado a Krista. Yo estaba con ella; de repente cayó dormida, como si fuera llevada a otro lugar y cuando despertó estaba herida.
—Tranquila Dilan, voy para allá. Mantén la calma e id a un espacio abierto. Allí estaréis más seguras. ¡Joder! —gritó Nicholas repentinamente. La línea del cristal se había extendido con rapidez llegando a formar unas palabras que le sobrecogieron.
Estás muerto
Leyó. La luna explotó. Nick perdió el control del vehículo y acabó estancado en una cuneta.
—Nick, Nick —gritó Dilan.
—Tranquila, nena, estoy bien —mintió. Algunos trozos de vidrios le habían provocado unos cortes en la cara, pero no eran nada grave—. Me temo que vas a tener que recogerme. Las placas de hielo me han hecho perder el control y me encuentro en una cuneta.
—De acuerdo, en unos minutos estaré ahí.
Tras facilitarle la dirección a Dilan, Nicholas observó los desperfectos de su vehículo. Sin duda eran graves y el motor no dejaba de echar humo, pero no le importaba. Ahora todos sus pensamientos estaban centrados en averiguar qué demonios había sido el mensaje del cristal.
Cuando la puerta del baño se abrió apresuradamente, Krista apartó la vista del espejo y miró a la entrada. Respiró con tranquilidad al descubrir que era Dilan.
—Nicholas ha tenido un accidente con el vehículo y me ha pedido que vayamos a recogerlo, si te ves con fuerzas —le dijo ofreciéndole la botella de agua—. O puedo acompañarte a nuestra habitación y después ir a buscarlo.
—Tranquila, D. Respira hondo. Lo que me ha pasado no es tan raro, así que cálmate. Recuerda que las sombras son unas profesionales alterándonos y cuando eso te pasa, tus fuerzas flaquean.
—Lo sé, lo sé —añadió respirando hondo—. Me había hecho a la idea de que las batallas habían cesado.
—Vayamos en busca de Nick. Te prometo que si considero grave lo que está pasando se lo notificaré a tu padre. Somos un equipo, D, ya no volveremos a trabajar solas. Ninguna de las dos.
La cazadora asintió. Tomó las pertenencias de su amiga y cuando se dispusieron a marcharse, la mirada de ambas fue al espejo. Una decena de grietas comenzaron a moverse por él, como si de gusanos se tratasen e intentaban trasmitir un mensaje. Con esfuerzo, las chicas leyeron:
Os atraparemos
Tras la desconcertante amenaza, el espejo se hizo pedazos y estos cayeron sobre los lavabos.
Krista y Dilan se acercaron a los pedazos con la esperanza de encontrar en estos alguna respuesta de lo sucedido hacía un instante. Necesitaban una prueba de que lo vivido había sido real y no una pesadilla. Sin embargo, no encontraron ninguna letra. Pero había algo más en los cristales; algo se agitaba en uno de ellos y con sorpresa observaron un enorme ojo de color amarillo que las observaba.
Entonces lo comprendieron. No estaban solas. En realidad nunca lo habían estado, pero ahora sería mucho peor.
Filed under: Crónicas de sombras, Los condenados, Los elegidos, Lucía González Lavado | Tagged: Crónicas de sombras, Crónicas de Sombras II. Los condenados, Crónicas de sombras Lucía González Lavado, Crónicas de Sombras. Los condenados, Cris Ortega | Leave a comment »
Debe estar conectado para enviar un comentario.