Como os prometí os dejo un fragmento del 1º capítulo de Maldición III. En las garras del pasado, antes de irme de vacaciones. Recordad que aún no conozca fecha. Tenéis más detalles sobre la novela en esta ENTRADA.
¡Espero que disfrutéis de la lectura!
1
Una vida “normal”
Yo, William Asghor, marché hace unas semanas en busca de una leyenda, de respuestas sobre si los dioses existían o no… creo que he encontrado lo que buscaba. He sido engañado. Todo este tiempo he pensado estar en compañía de mi amada Sarah. ¡Cuando no fue así!
—¿Quién eres? —me atrevo a preguntar al fin.
—Lo sabes, mi padre te lo dijo. Soy Shaina, hija de Remiel y Aislin. Y tú, ¡me has liberado!
Fragmento de Las Entrañas de Aine
de William Asghor
Unas manos arrebataron a Dairine el libro de Las entrañas de Aine, de William Asghor.
—¡Deberías estar estudiando para el examen de lengua! —Protestó Ty dejando caer el libro de la asignatura en las manos de la chica—. Basta de leer a William por hoy —rezongó. Estaba tumbado en la cama junto a la joven; tenía un lápiz en la boca con el que a veces hacía cambios a un plano que tenía frente a él.
Dairine hizo un gesto mohín en tono de protesta, arrancando una sonrisa a Tyrel. E hizo caso de su petición; acomodado junto a él comenzó a repasar las temáticas de las que tendría que examinarse al día siguiente. Aunque en ocasiones, no podía evitar mirar a Ty; le gustaba verle tan centrado, volcado en los proyectos de la carrera de arquitectura, como si lo sucedido dos meses atrás nunca hubiera ocurrido. La maldición, Shaina…, todo parecía muy lejano. Aunque no toda la pesadilla había terminado.
—Si tienes problemas con la asignatura te puedo ayudar —se ofreció Tyrel, interrumpiendo los pensamientos de la chica—. A ver, ¡déjame echarle un vistazo!
La muchacha no protestó; dejó que Tyrel se apoyará en el hombro quedando ligeramente inclinado sobre ella; sus ojos color avellana estaban centrados en la lectura del libro; seguía luciendo el mismo corte de pelo de siempre, tintado de un rojo intenso. Algunos cabellos le caían por la frente, llegando en ocasiones a cubrirle parte de un ojo; otros mechones despuntaban de manera rebelde, hasta descansar sobre su nuca. Llevaba un piercing azul en la ceja derecha y las orejas lucían varios pendientes. Iba sin camisa, vistiendo sólo el pantalón del pijama ya que a pesar de la fría temperatura del exterior, el interior de la mansión contaba con calefacción y otro tipo de comodidades.
Tyrel no había cambiado, salvo que cuando se enfurecía, los ojos ya no se teñían de rojo, colmillos no rompían en sus encías y ahora contaba con un año más. Hacía unos días de su veintitrés cumpleaños.
—No es que no lo entienda —refunfuñó Dairine—. Es que hoy no me centro —murmuró masajeándose las sienes—. Prefiero tentar a la suerte y sea lo que el Dios Remiel desee. Estoy estudiando, pero es como si no lo hiciera; las letras pasan delante de mis ojos sin que alcancen ningún sentido.
Lanzó un suspiro y se incorporó. Hacía dos meses de la vuelta de las entrañas de Aine; unas semanas desde qué, al menos ellos, llevasen una vida exenta de peligros. O al menos eso era lo que Tyrel pensaba. Aún recordaba la carta de amenaza que encontró en esa habitación, en la buhardilla, nada más regresar. Las intimidaciones habían vuelto; le pedían los planos del Proyecto Roctel, el último propósito donde trabajó su padre y el cual se llevó su vida. No fue el único chantaje recibido. Le siguieron algunos más, todos el mismo día: un miércoles y mañana era miércoles.
La idea de levantarse y encontrar otra carta anónima, la estremecía, aunque también pensaba que quizá no fueran revelantes. Al fin y al cabo, durante su estancia en el orfanato siempre tuvo la sensación de que querían raptarla, cuando no era así.
Los brazos de Tyrel rodeándola por detrás consiguieron arrancarla de su ensimismamiento. El joven le apartó la larga cabellera rubio-dorada dejando al descubierto el cuello.
—¿Qué te preocupa? Llevas unos días más ausente de lo normal, ¿te inquietan Logan y Trisha?
En realidad todas las noches eran motivos de preocupación. Aunque ya veían muy lejanos los días en que estuvieron malditos y luchaban contra salvajes, estirges o gárgolas, Logan y Trisha seguían haciéndolo. El Dios Remiel les pidió que fueran a la caza y captura de las criaturas que escaparon de las entrañas: ellos aceptaron.
Dairine iba a mentir a Ty; lo había hecho desde que regresaran, ya que no le había hablado de los mensajes pero… quizás era el momento de confesar. En cambio, unas voces le impidieron hacerlo. Divertida volvió a la cama, abrió la ventana y se asomó. De nuevo los mellizos discutían en plena calle.
—¡A Trish no parece gustarle que Et lleve el uniforme de novato del cuerpo de policía! —exclamó divertida. Desde que viviera con sus hermanos había empezado a conocerlos mejor. Todos coincidían en que Trish, a veces, era demasiado autoritaria—. A Ethan le sienta genial el uniforme.
Y sin terminar de darle explicaciones a Tyrel, marchó en busca de su hermano.
Ty suspiró. Sabía qué le preocupaba algo. Se había hecho muchas preguntas sin obtener respuestas. Matthew —el policía encargado de investigar en secreto la falsa involucración de Dairine en el asesinato de Stephen, director del orfanato— seguía sin noticias. El tema de Shaina, Eremus, estaba más que zanjado. La relación con sus hermanos era esplendida y poco a poco se habían incorporado al mundo del espectáculo. Seguían cantando en garitos, pero al menos hacían lo que más le gustaban.
Ignoraba qué le estaba ocurriendo; puede que todo fuera fruto de la tensión por el curso, no suspender los exámenes o quizá no. Por supuesto había pensado en posibles amenazas relacionadas con los Gulzar…pero si fuera así, se lo habría dicho…o quizás no.
Se prometió que lo averiguaría.
Cuando bajó, la discusión entre Ethan y Trisha continuaba en la cocina. A una prudente distancia de los mellizos esperaban Dairine y Logan. Su hermano iba vestido de negro; las ropas estaban embarradas y la chaqueta de cuero mostraba algunos arañazos, símbolos de haberse enzarzado en una pelea. Al igual que él compartía la misma constitución; eran altos, esbeltos, con porte musculoso debido a las horas que pasaban en el gimnasio. Y también contaba con un año más, ya que hacía un mes celebró junto a ellos su veintisiete cumpleaños. Seguía luciendo diversos pendientes en cejas y orejas; llevaba el pelo largo hasta los hombros y algunos reflejos cobrizos resaltaban en la negrura de su cabello. Él aún seguía siendo un “salvaje” aunque ya no era controlado por Shaina. Gozaba de agilidad, fuerza, colmillos y garras cuando se enfurecía.
—¡No me gusta verte con el uniforme! —Protestó Trisha con los brazos en jarras—. Aún no puedo ni imaginar que siguieras adelante con esto. ¿Por qué quieres ser policía? —En respuesta, su mellizo puso los ojos en blanco—. ¡Maldita sea, Et! Nos hemos pasado toda una vida huyendo de psicópatas y peligrosos asesinos y ahora, con todas las profesiones que tenías a tu alcance, decides ir cogido de la mano del peligro.
—Precisamente por la vida que hemos llevado es por lo que he decidido hacerme policía. Y aún no lo soy —refunfuñó entre dientes—. He terminado el servicio de adiestramiento exhaustivo, soy un becario a las órdenes de Matt.
—Rompe el cordón umbilical de una vez, ¿quieres? —añadió Logan interrumpiendo la conversación y alborotando el cabello de Trish—. Tu hermano no es ningún niño, tiene 24 años y si ha decidido ser poli, acepta su decisión.
—¡Por una vez estoy de acuerdo con tu novio! —murmuró Et.
—No te ilusiones, chaval —protestó Logan mientras sacaba un tetrabrik de leche del frigorífico—. Lo que más me gusta de que seas agente, o estés a punto de convertirte en uno, es que no vives en esta casa. Cuando estás cerca tu hermana no me presta atención.
Dairine sonrío. Momentos como ése le hacían olvidar la amenaza que se cernía sobre ella, y quizás también, sobre sus hermanos. Es cierto que habían cambiado de identidad, pero todos compartían similitudes.
Et y Trish eran mellizos, por lo tanto se parecían bastante; Ethan era más alto que su hermana; el adiestramiento en la academia lo había fortalecido y sus cabellos rubios habían sido recortados hasta casi raparse la cabeza y le hacía parecer mayor. Pero había algo que no cambiaba en los mellizos: el azul claro de sus ojos, tan cristalino que parecían ser engullidos por ellos cuando les lanzaban una mirada. En cambio, Trish era más menuda, delgadita, con curvas muy marcadas y el cabello, rubio platino, le caía despuntado hasta los hombros
—Además —prosiguió Ethan—, no he venido a verte a ti. Sabía que la cabeza me palpitaría cuando me vieras con el uniforme. Quiero conocer la opinión de mi hermana pequeña. ¿Qué te parece, Dairi?
—Estás muy apuesto. Y, ¿no pensarás que voy a creerme que has venido a conocer mi opinión? Elhys aún no ha llegado; ha hecho buenas amigas en el instituto y quedó con ellas.
Todos vieron la desilusión en el rostro del muchacho. Como todos recordaban, Arima —reencarnación de la Diosa Aislin— acabó con la familia de Elhys y arrastró a la jovencita a las entrañas. Era gracias a Darnelle por quien la muchacha estaba viva y gracias a él no fue a parar a un orfanato. De forma legal adquirió la tutoría de Elhys, quien se había adaptado a su nueva vida y la relación con Ethan era cada vez más íntima.
—Iré a buscarla —respondió Et mirando la hora—. Y tú, Trish, deja de fruncir el ceño y hazte a la idea del uniforme. No voy a cambiar de idea. Decidiste que empezamos nuestra nueva vida aquí y esta nueva vida implica esto —añadió señalando el traje azul oscuro que vestía—. ¡Buenas noches!
Un portazo dio por terminada la discusión. Trisha, desilusionada, tomó asiento en uno de los taburetes; Dairine se sentó junto a ella mientras Logan y Tyrel se ponían al día sobre lo sucedido durante la noche.
—Aunque te preocupes por Ethan tienes que entender su decisión —susurró entrelazando sus manos con las de Trisha—. Yo creo que todos nos hemos sentido indefensos en muchas ocasiones y él sólo quiere aprender a defenderse. Trish —Hizo una pausa y suspiró—, las mafias, el pasado de nuestros padres, las conspiraciones, nos guste o no, puede que siempre formen parte de nuestra vida. Tú llevas el arma que lanza destellos eléctricos y yo una barra que crece; puede que Et sólo deseé acabar con esto.
Las tristes palabras de Dairine alertaron a Trisha quien tomó entre sus manos el rostro de su hermana. Desde hacía días lucía oscuras ojeras; ella lo asociaba al estrés por sacar el curso adelante y puede que engañara a los Mallister, pero no a ella. Si algo compartían —además de los vínculos sanguíneos— era vivir con miedo constantemente.
—Dairi, si estuviera pasando algo, me lo dirías, ¿verdad?
—¡Trish! —Replicó librándose de ella y saltando del taburete—. Estoy muy cansada; entre el trabajo, las actuaciones y los estudios, no doy abasto… ¡necesito tomar aire fresco!
Y se dirigió al exterior donde Trish la acompañó. En verdad estaba muy preocupada por la delgadez que mostraba los últimos días. La encontró apeada en la pared; se frotaba los brazos con intención de entrar en calor. A fin de cuentas sólo vestía un pantalón corto y una camisa de mangas cortas que utilizaba de pijama. Ella en cambio iba bien abrigada; se quitó la cazadora de cuero y la dejó caer sobre los hombros de Dairine.
—¿Las cosas van bien con Ty?
—Sí… mañana es miércoles y… ¡no aguanto más esto! —Se quejó dando una patada al suelo—. Estoy harta.
—¿De qué estas cansada? —inquirió Trisha con interés—. Vale, algo pasa los miércoles. ¿Tienes clase con algún profesor que no es de tu agrado?
Dairine se mordió el labio. Iba a confesárselo todo a Trisha pero su reacción la alarmó. La tomó del brazo con tanta fuerza que le hizo daño, aunque no parecía importarle, sino llevarla al interior de la cocina.
—Logan —gritó—. ¡Algo nos ha alcanzado!
Al chillo de Trisha el muchacho salió de la cocina. En efecto un ente les había seguido. Las ramas de los árboles se agitaban con fuerza y en ocasiones deslumbraban pequeñas luces carmesíes.
Los rugidos de Logan y Trisha fueron intensos. De seguido se convirtieron; los ojos se volvieron rojos, las manos se trasformaron en garras y de un salto se encaramaron a los árboles.
Ty y Dairine los observaban, en cierta parte, frustrados. En muchas ocasiones la pareja había regresado herida, aunque en su constitución estaba la habilidad de sanarse con rapidez.
—¡Tengo que ayudar de alguna manera a Logan y Trisha! —refunfuñó Tyrel mirando en todas direcciones. La cocina estaba equipada de muebles en tonos claros que le daban gran alegría; era amplia y el centro lo ocupaba una gran encimera de tono marfil. Se dirigió a uno de los cajones de donde extrajo varios cuchillos. Se giró en dirección a Dairine—. Tendré mucho cuidado.
No permitió ninguna replica y se internó en la fría noche. La oscuridad era tal que apenas veía qué hacían Logan y Trisha, pero sonaba mucho aleteo: era una estirge y tras forzar la vista vislumbró qué ocurría. La rama donde luchaba la pareja se partió. El engendro, aprovechando el desconcierto de Logan y Trisha por la caída, se lanzó a por ellos para succionar su sangre. Momento en el que intervino Tyrel con un cuchillo; con cuidado asestaba estocadas hiriendo al pajarraco, aunque él tampoco salió impune y su pico le causó algunos arañazos.
Dairine fue al piso de arriba. Sabía que la pareja guardaba en el dormitorio botellitas con el líquido azul que le entregó Remiel para devolver a las bestias a su hogar. Fue a la habitación, entró a oscuras y en la mesilla de noche encontró lo que buscaba. En ese momento algo atravesó la ventana a toda velocidad.
—¡Annie, enciende las luces! —ordenó al robot de la casa.
La estancia se iluminó. No advirtió nada. Puede que en realidad no hubiera entrado nadie; a unos metros Logan y Trish se batían en duelo, era más que probable que en el forcejeo algún objeto se hubiera estrellado contra el cristal. No obstante sintió que algo se deslizaba por su derecha, tan rápido que ni lo vio, aunque ya había vivido esa sensación con anterioridad. Justo antes de descubrir la verdadera naturaleza de Tyrel.
Asustada volvió a lanzarse a la mesilla; extrajo el arma eléctrica de Trisha y volvió a sentir que algo la rondaba, o alguien, y en su acoso cayó la lamparilla de la mesilla. Fuera lo que fuese lo que la acechaba acabó estallando las luces de la habitación, quedándola a oscuras.
—¡Annie, enciende las luces del pasillo!
El robot obedeció y al momento la puerta se cerró de golpe. Quedó a oscuras, a merced de su enemigo. Escuchaba una respiración, un jadeó; percibía que alguien la rodeaba. Lanzó una descarga eléctrica, sin acertar.
Aferrada a su única defensa caminó hacia la ventana. Puede que fuera Logan quien estuviera en la habitación; a veces el mediano de los Mallister le gastaba bromas muy pesadas. Al asomarse lo vio junto a Tyrel y Trisha peleando.
Su corazón palpitó; escuchó pasos y actuó por puro instinto. Alzó el arma hacia delante provocando una fuerte descarga contra algo o… alguien.
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